De cómo no puedo evitar enamorarme
El único precedente fue uno que llegaba, abría la puerta e inundaba la habitación con su perfume... pero no se compara con esta magnitud. Además, desde el principio no hubo dudas, desde el momento en el que lo registré, veinteañero, sentado al lado de su colega, escuchándola hablar sin emitir palabra con la mirada entornada en señal de respeto. Cuando por fin abrió la boca no hizo más que inflar el esbozo de idea que ya tenía en la cabeza sobre él: la voz grave, los modos, y por sobre todo la sonrisa deslumbrante que acompañó a sus palabras de ánimo y complicidad. A esa altura la idea ya estaba clara en mi cabeza: mierda, qué bueno que está este tipo. Y mientras llegaba a esa conclusión, él se daba vuelta a anotar lo que sería el primero de tantos... ejercicios de matemática. Así es. Tanto como odio ir a las clases, tanto me gusta el profesor. Carajo. La mayoría del tiempo puedo contemplarlo sin quedar en ridículo; su barba morocha, su cuerpo esbelto que se pone sutilmente e