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Mostrando entradas de enero, 2015

Instantánea #7: La literatura es infinita …

Y el tiempo no.  Cito al novio de mi madre, que me dejó la cabeza dando vueltas después de semejante declaración. Todo comenzó cuando le pregunté por un libro de matemática que creí que él había leído: "uno tiene que elegir, a la larga, lo que quiere leer. Yo ya no leo más ciencia".  Y tocó una fibra sensible dentro de mí: NO QUIERO DEJAR DE LEER NADA. No quiero dejar de saber nada. No quiero recortar nada de mi vida. O en otras palabras, quiero saberlo todo. Uno de esos días reflexivos estaba pensando en la muerte. Nada morboso, no se preocupen, sólo me asaltó el horrible pensamiento de qué pasaría con mi biblioteca cuando muera: ¿cuántos libros quedarán pendientes? No como ahora, que no puedo leer quizás durante el año como querría pero siempre llegarán las vacaciones para salvarme, no. No habrá segunda oportunidad en ese caso, y entonces fue cuando un capricho violento se apoderó de mí: QUIERO LEERLO TODO, ANTES DE QUE SEA DEMASIADO TARDE. Era eso, nad

Vacaciones desenterradas

Hoy me pasó algo curioso. Volvía de comprar una cosa, y veo en la puerta de mi edificio, el de acá en la costa, a dos flacos sentados en los escalones de entrada. Uno me mira fijo. Yo venía embalada y en dos segundos crucé la puerta y cerré, y en eso lo veo, a través del vidrio, que se da vuelta a mirarme. Volvemos a hacer contacto visual, pero no fue suficiente. Me di vuelta y seguí mi camino. Cerré la puerta del ascensor y me cayó todo en la cabeza, como si se hubiera desbloqueado un capítulo difuso de mi vida y ahora estuviera en todas partes. Era Imanol. Recuerdo su nombre perfectamente porque era rarísimo y me llamaba mucho la atención, a pesar de que era tan chica cuando lo conocí. Por esas épocas tendría 8 años y él unos doce, ambos veraneábamos en ese mismo edificio, y el panorama era muy diferente al de hoy, en el que no tengo conocidos en esta playa (y los que tengo, me caen muy pero muy mal). Los recuerdos de los veranos siguientes opacarían a esas vacaciones geniale

Laboratorio social

Yo venía estudiando francés con una profe particular hacía años, pero el método no me resultaba. Entonces decidí inscribirme a una cultural que me queda en la otra punta del mundo pero es, teóricamente, la mejor en toda la ciudad. Fui esperando nivel, pero me encontré, además, con otra cosa que me atrajo desde el principio: mucha gente, muy diferente a lo que estoy acostumbrada, encerrada por tres horas en el mismo cuarto, sacando a la luz su personalidad. Y como ya estaba acostumbrada a hacerlo en el colegio, lo hice también con ellos: los estudié a fondo, los personajes que cada uno constituye, y resulta que me encontré con una mina de oro. Ellos son estereotipos de los que sólo había escuchado hablar, pero tuve la oportunidad de verlos en su hábitat natural. Así es como desarrollé el "laboratorio social", y aquí les presento mis conclusiones. Muy darwiniano todo.  Mis compañeros de francés son... Maxi: Cuarentón que se aferra desesperadamente a sus treintimuchos, po