Y ahora qué?
Mi sonrisa no es la más linda, o la más luminosa, pero yo sonrío y me acerco a él y, cual espejo, me espera sonriente cruzando la calle. Nos abrazamos. Su melena me tapa los ojos y siento su olor a guitarra. Probablemente no sea ése el olor de las guitarras, pero, desde que lo conozco, las guitarras huelen a él. Chistes y preguntas obligadas mientras nos metemos por la boca del subte a las entrañas de Buenos Aires. ¿Qué tal la facultad? ¿Tu vida? ¿La banda? ¿Los parciales? Me cuelgo de su brazo mientras bajamos la escalera, como siempre, como si nada. Nos sentamos a esperar y terminamos de ponernos al día con lo más importante. Ahí llegan las preguntas capciosas. -Los chicos? - Pregunto yo, con cautela. Justo llega el subte y nos acomodamos en las butacas. La pregunta quedó interrumpida, pero él redobla la apuesta: - Me enteré de que vas al cumpleaños de el pibe . Yo no les conté esto, pero precisamente el día que escribí Naipes , fue cuando el susodicho decidió hacer una n