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Mostrando entradas de marzo, 2015

Bendita asociación

Lo que distingue al ser humano como tal, es, entre muchas otras cualidades, su capacidad de asociación. Cómo olvidarla, si no hay día que no la usemos. Recuerdos, aprendizajes, melodías, esos olores que aparecen para transportarnos, y toneladas de clichés similares. La cara bonita de la asociación. Pero (todos sabían que venía un pero , vamos, es mi blog ) también le salen unos cuantos tiros por la culata a los seres humanos con el temita de la asociación. Y como bien saben, yo soy un ser humano perseguido por la desgracia cotidiana, y hay veces que no puedo más que asociar para el culo. Lisa y llanamente para el culo. ¿Vieron que el conocimiento es para siempre? Bueno, la asociación también. ¿Para qué tanta introducción? Hace un par de semanas empecé a cursar en la UBA para bioquímica, y cómo no, tengo millones de caras que registrar. No soy mala en la tarea, de hecho hay gente que observo porque sé que cursan varias materias conmigo, y más de una vez me he presentado del modo má

Historias

De vez en cuando busco las fotos viejas que guarda mi papá. Él es historiador y tiene sentido que tenga todo tan ordenado, tan perfectamente clasificado, tratamiento digno de cualquier historia para la suya propia.  Cuando veo las fotos de mis viejos, no sé muy bien en qué pienso. Ya quedó muy atrás la ilusión de que vuelvan, así que verlos juntos es más que nada raro. Pero verlos jóvenes me impacta mucho más. Miro sus ropas, las caras que ponían, a mi mamá con pelo largo y a mi papá siempre hablando cuando sacan la foto. Están de viaje, o con amigos, o sentados a la mesa con toda la familia. Se pasan la cámara para retratarse; se puede verlos desde el punto de vista del otro, cuando sonríen, cuando miran para abajo, cuando nadie debería estar viéndolos. Aparezco yo de vez en cuando, vamos al zoológico, tomamos el desayuno entre mantas, en una casa que no es la mía a pesar de que lo sea. Hasta que se acaban a mis siete años, lo que es lógico.  Hay cartas, postales, dedicatorias en

Instantánea #8: D is for delightful

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Extraño horrores escribir. Algo que valga la pena, claro. Me acabo de colgar leyendo por dos horas, paseando con un poco de culpa por la blogósfera, cuando en realidad debería estar leyendo y estudiando tejidos y etecé. Más vale aclarar que el *debería* tiene que ver con esa conchuda culpa mía de que procrastinar es un delito ( pero bien que me gusta y lo hago igual). Esta facultad me está drenando la vida, pero no la voy a dejar (drenarme). Suenan los monos y lo único en lo que pienso es en el pibe + su bajo y esa combinación cada vez más me aleja del estado intelectualoide ideal para hacer todo lo que tengo que hacer. Domingo de realidad apesta . Mañana reunión familiar que ya sufro por adelantado. Tengo fácil tres posts dando vueltas que no concreto. Pero me pareció bien escribir un poco. Así como si nada. Como cuando el blog era blog, y eso.  Buena semana, disfruten por mí los feriados.  (La voz de Turner es una tentación necesaria.)

Febrero 2015

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Como se convertirá en tradición, todas las primeras semanas de cada mes  (aunque esta vez se me pasó)  voy a publicar mi lista de obsesiones/recomendaciones/cosas lindas del mes anterior. Sírvanse ustedes mismos. Libro:   E l atlas de las nubes. Libro que instantáneamente entró a mi exclusiva lista de favoritos, porque nunca leí nada igual. Es una de esas historias que te dejan pensando en el universo que proponen y sin darte cuenta estás en la cola del supermercado o en la ducha y te sentís más parte de ese mundo que de la realidad cotidiana. Música:   Tightrope de Janelle Monáe que se me atornilló al cerebro por semanas.  Serie:  terminó la primera temporada de How to get away with murder y no sé qué voy a hacer hasta el invierno que sale de nuevo.  Película:  vieron que Relatos Salvajes no ganó el Oscar? todo mal. A mí me encantó.  Proyecto: aprovechando mis últimos días de libertad, me senté a coser y fui feliz. Me falta bordar y abrir la puerta para ir a j

Verano (o el post más cursi de toda la historia)

El verano arrancó allá en agosto. Todos los años empieza con esa sensación, que no es un aroma ni una brisa; es un cambio sutil de temperatura que te acaricia la piel, una leve saturación de los colores del mundo. Que da ganas de desabrigarse y de acostarse en el pasto y de besar labios y de sonreír un poco más. Ese año no fue excepción. Al tiempo que empezaba a ser realmente consciente de esa sensación liberadora que siempre me trae un poquito de felicidad, los eventos cósmicos (o azarosos, ya a este punto da igual) se desencadenaron. Allá casi por septiembre fue cuando el pibe  decidió que nos encontremos nuevamente. Y pasó lo que tenía que pasar con nuestra historia, que, por suerte, aún no conoce de puntos finales. A medida despuntó la primavera los días se fueron embelleciendo en todo sentido. La segunda mitad del año pasado fue la mejor época facultativa para mí, podría decir. Cursaba poco. Cada día me despertaba con el sol y el viaje hasta Ciudad era (bondis llenos y coda