Historias

De vez en cuando busco las fotos viejas que guarda mi papá. Él es historiador y tiene sentido que tenga todo tan ordenado, tan perfectamente clasificado, tratamiento digno de cualquier historia para la suya propia. 
Cuando veo las fotos de mis viejos, no sé muy bien en qué pienso. Ya quedó muy atrás la ilusión de que vuelvan, así que verlos juntos es más que nada raro. Pero verlos jóvenes me impacta mucho más. Miro sus ropas, las caras que ponían, a mi mamá con pelo largo y a mi papá siempre hablando cuando sacan la foto. Están de viaje, o con amigos, o sentados a la mesa con toda la familia. Se pasan la cámara para retratarse; se puede verlos desde el punto de vista del otro, cuando sonríen, cuando miran para abajo, cuando nadie debería estar viéndolos. Aparezco yo de vez en cuando, vamos al zoológico, tomamos el desayuno entre mantas, en una casa que no es la mía a pesar de que lo sea. Hasta que se acaban a mis siete años, lo que es lógico. 
Hay cartas, postales, dedicatorias en libros o en servilletas de bar. Los encuentro con intriga, porque es un pasado que no imagino posible, sin embargo ahí está. Mi viejo también llevaba un diario, con su imprenta prolija, uno de esos diarios que dan la sensación de estar esperándote: fueron escritos para este momento, el momento en el que vos abrís las páginas del pasado. Todo evento está registrado con su fecha y su sucesión.  
Todo lleva magia. Sólo hay tácitos, todo es tarea mía. Interpretar sonrisas, imaginar el contexto de la nota de puño y letra de mi mamá que dice "voy a la farmacia", y aún asì, nada está librado al azar, todo es una historia. ¿Y de nosotros qué queda? De nuestra generación, hablo. Nuestras fotos son selfies, nuestra mirada es la del otro a través de la pantalla, nuestra historia es hoy (el instagram de hoy, el tweet de hoy); nuestros sentimientos son meras exageraciones o distorsiones de lo que nos pasa, las postales se convierten en whatsapps onomatopéyicos con caritas amarillas de sonrisas que en realidad no están pasando, nuestras fotos digitales son borradas para hacer espacio a nuevas en la tarjeta de memoria, y no pensamos en ese que nos verá, o nos leerá. Yo adoro sacar fotos, pero son tantas y tan dispares que no entiendo si valdrán la pena, si narrarán momentos, ni siquiera sé si seguirán existiendo cuando alguien quiera verlas. Yo escribo, pero no sé si escribo para contar mi historia. No sé si mi historia merece ser contada. No sé a quién le importará leerla alguna vez para rememorar un cierto pasado. Y la intensidad de lo que vivo me dice que sí, que la cuente, que la transmita. ¿Pero, si no tiene la magia de las verdaderas historias? Soy yo solamente, casi veinte años, algunos corazones rotos, cierta familia, ciertos amores, ciertos amigos, ciertas anécdotas. El clímax de las historias de verdad, ¿dónde lo encuentro? ¿Y la magia de lo analógico? ¿Creerá la generación que me sucede que mi cara en una pantalla tiene un encanto especial, un aire de pasado? 
¿Y si no queda nada de lo que decimos, de esto que escribo en una pantalla, tecla a tecla? ¿Y si quedan? 
¿Quedarán cosas para pensar, reconstruir e inventar?

Comentarios

  1. Yo me hago muchas veces todas estas mismas preguntas. Por eso, a la vez, quiero tanto a los libros en papel. Ese universo infinito la tecnología intenta abarcarlo, pero se queda corta. Tienen de todo, menos la magia del papel, el olor de las hojas; y en el caso de los diarios, el pulso de uno mismo, ese olorcito a vida.

    Llevo un diario. Uno virtual, y uno escrito a mano. Trato a fuerza del día a día no abandonar ese hábito. Las redes sociales son eso, al fin y al cabo, redes. Algunas nos mantienen unidos y otras nos atrapan. Queda en nosotras, en nuestra generación, ver qué es lo que hacemos con estos puentes, supongo.

    Cada uno tiene su historia para contar, estoy segura de eso. Cada quien tiene particularidades que lo hacen merecer contar su historia.

    ¡Gracias por tu comentario, mi querida! ¡Beso gigante! <3

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    1. Gracias a vos por el tuyo <3 estoy de acuerdo, hay una magia imposible de imitar. Y tu diario seguro va a ser magia para quien lo lea a futuro. Abrazo!

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  2. Boom, me impactó demasiado, más aún porque hace unos días tuve una reunión en casa de una compañera de la universidad junto con otros compañeros y mirarlos atentamente a todos me hizo interrogarme acerca de lo que tú has dicho. Otra cosa es que sentí todo tan vacío a pesar de que estaba lleno de personas, no eran más que robots con caras iluminadas por las pantallas de sus celulares.
    Gracias por tu comentario, un beso <3

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    1. ohhh eso es terrible. Debo confesar que desde que tengo smartphone me refugio en él en esos momentos en los que nadie dice nada, peeeero aún así me da por los ovarios cuando se extiende la situación y se vuelve insostenible, es decir, para qué nos juntamos sino para vernos las caras?

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  3. Me gustó mucho tu blog y la forma en la que escribís. Me pasa lo mismo, siento que esta virtualidad que nos rodea condiciona todo lo que hacemos y la manera en que lo hacemos. Creo que debería haber nacido en otra época, o algo parecido jaja.

    Te mando un beso y un gusto haber encontrado tu blog!

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    1. gracias! <3 supongo que cada época tuvo su hábito polémico, pero esta virtualidad, más que polemica, nos aleja. Me voy a dar una vuelta por el tuyo :)

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  4. ¿Sabes que te entiendo tanto? Lo pasado es tan puro, tan mágico... una hoja de papel, un diario rasgado y con anotaciones en tintas me transmitía mucho más que mi blog, lleno de frases y textos que a veces creo sin sentido. El tiempo es tan traicionero... y nosotros tenemos que avanzar con él, pero a veces, como decís vos, no veo sentido. Siento que mi historia no es destacable, que no vale la pena reproducirla, pero aun así lo hago porque deseo hacerlo. Todo tan contradictorio... no quedará más que seguir, o decidirnos a hacerlo. Esto es otra cosa, sin dudas me hubiese gustado nacer en otra época, donde simplemente muchas cosas quedaban en uno y en la historia a la vez.
    Besoteeee

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