Entradas

Mostrando entradas de agosto, 2014

Hasta siempre y gracias por todo

Rubia Syndrome promocionó su última materia y entró a su carrera. Consecuencia obvia: ya no nos vemos más. Mediante la presente, y sabiendo que nunca las recibirá, le dedicaré unas palabras. Rubia Syndrome: te voy a extrañar. Me alegrabas las mañana cuando llegabas con tu ropa de marca y tu tacita térmica, quejándote de que no entraba en el portavasos del auto. Nunca voy a olvidar el día que solucionaste ese problema, no cambiando la tacita, sino cambiando el auto*.  Siempre serás para mí una víctima del sistema, que te hacía esperar diez minutos el colectivo y vos ya te exasperabas.  Recordaré con cariño las clases en las que me contabas que tu novio quería más a su auto que a vos, o los infinitos errores de ortografía que encontré esa vez que fotocopié tus apuntes.  Vas a quedarte en mis recuerdos como la chica que sabía menos de fútbol que yo misma, dada aquella vez en la que te expliqué cómo funcionaba el fixture del mundial (tampoco era tan jodido, había que seguir las flechitas

Matera social

Soy argentina. Y no me gusta el mate. Sépanlo, y no me condenen. En mi casa se toma café, esa es la realidad (tampoco me gustaba el café hasta hace muy poco, esa es otra historia igual).  He pasado los últimos años de mi vida juntándome con amigos y negándome al mate. Y no es asco de la bombilla o esas cosas de minita, sino que duh, mi paladar es muy inocente y lo amargo lo espanta. Hasta que empecé a matear socialmente. Primero fue en la facu, un compañero trajo el termo y me hice la matera profesional y cuando me dio la bebida infernalmente amarga no pude disimular la cara de "mis papilas gustativas corrieron a purgarse".  Pero ahora, y después de insistencia de parte de Van Gogh, soy matera social.  Es verdad que tomo mate, pero no me llamaría a mí misma matera. Soy una... matera social! Salimos con amigos, tomamos mate... y obviamente que el mío es la azucarera con dos cucharaditas de yerba.  Y cerraré contándoles que, después de El finde minita (entradas a

Momento minita #3

(dos seguidos, tengo miedo) Todo comenzó con la intro de Twentieth century fox . En realidad empezó con un sorteo de entradas para ir a ver a la Bomba de Tiempo . No, empezó con un pibe que conoció Anna White por ahí y al que se le ocurrió invitarla a salir una noche de sábado. No importa, la cuestión es que, hará dos semanas, Anna se ganó las dos entradas y en un acto solemne me invitó a acompañarla a ver a dicha banda el domingo del finde largo. O sea, ayer. Lo que yo no estaba enterada es que el día anterior ella salió con el chico x. Y créanme cuando les digo que Anna no piensa con el sistema nervioso, piensa con la genitalia. Cuestión que se borró toda la noche y reapareció (toda resacosa por supuesto) a las 10 de la mañana en su casa. La madre de Anna no es de ésas que asumen el síndrome de nido vacío así que prácticamente la encadenó a su cuarto hasta el fin de los días (o del fin de semana), oídos sordos a cualquier tipo de insistencia. Por consiguiente yo me quedé sin aco

Momento minita #2

"Hiperbólicaaaaa, cómo andás?" Al menos no arrancó con un TU VIDA. Debo admitir que la minita dentro mío empezó a saltar aunque sólo fueran tres palabritas virtuales después de más de un mes desde la última vez que nos vimos. Ese día terminamos bastante dados vuelta (el pibe muy empedado y yo tratando de no dejarme llevar por los efluvios, que cuando me quise dar cuenta lo estaba mirando fijo con una sonrisa que, realmente, no hablaba muy bien del pedazo de dignidad que me queda). Y se repite la historia, volvé a la salida, perdiste todos tus turnos, te volviste a desarmar como una muñequita de trapo porque te está contando de su vida y vos respondés porque... porque respondés, y nada. Pasó de nuevo. No sólo eso sino que me cuenta que se va a unir a la banda de mis amigos, y mi lado groupie se desmorona en un paro cardiorrespiratorio de emoción, mientras ese costado mío que se ocupa de mantener erguida la dignidad putea como una loca, porque hay un acuerdo tácito con mis ami

Nosotros

Nuestras familias nos rodearon y nos miraron con ojos de infinita ternura, ojos que tarde o temprano cambiarían por miradas de reproche y más tarde de hastío. Porque no sabían. Porque en ese momento ni nosotros nos habíamos dado cuenta. Somos hijos de la torpeza. Las acciones simples y cotidianas son una ruleta rusa para nosotros. Nunca se sabe cuando el simple correr una silla o sostener por el mango un tenedor van a terminar en fatalidad. Vivimos el momento, si puede decirse así, porque el momento es imprevisible, y lo que para unos puede ser un desliz, un error de cálculo, una diferencia de dos centímetros, un paso atrás o un click apresurado, para nosotros es fatal. Estamos condenados, no sabemos cómo o por qué, a envidiar eternamente cómo para los otros es tan simple sostener un par de anteojos o caminar entre las góndolas del supermercado sin romper nada. Viviremos preguntándonos qué es lo que falla, si sudamos manteca por las manos, si no prestamos suficiente atención,  si

La intolerante #3: ¿Mi vida QUÉ?

Me levanté temprano para estudiar. Jáaaaaaaaaaa. Ahora mismo estoy sentada frente a la PC con un buzo gigante puesto, una cuchara en la mano y el frasco de mermelada en la otra porque ¿hacerme tostadas? ¿eso implicaría  sacar la tostadora , no? Mnah. Oficialmente terminadas mis vacaciones de la faz de la tierra, hoy me enteré de mis maravillosos horarios para cursar este cuatrimestre. La UBA por suerte me trató bien, creo que porque soy ingresante y se está guardando lo peor para el momento perfecto, ya volverá para atormentarme en forma de dolor de ovarios. La vida... la vida? Con todos mis viejos conocidos es así. De la nada te hablan por chat o te encuentran en la calle y te preguntan por TU VIDA. Viva sigo estando, no sé qué más querés que te cuente. No, no me fui de viaje a Mongolia ni nada digno de ser mencionado, ya sabés que estudio, ya sabés cómo me llamo, algo más te comento? querés que te cuente qué me hizo mamá de comer al mediodía? No entiendo. Gracias a Buda no todo