Al filo
Estamos fluctuando despacio entre las diferentes canciones que nos encantan a los dos. Yo hablo un poco alto. No. No es que hablo alto, es que claramente soy más acelerada que él. Vamos cayendo en la misma sincronía con el avance de la conversación; en realidad es él quien me arrastra a su ritmo inapelable. Estamos sentados, se nos dobla el cuerpo, cada vez nos vemos más de cerca. Me da a mí el control de la música y, de indecisa, termino cambiando de artista 20 veces. Me habla de detalles y yo presto atención, absorta. Que note tal instrumento. Que por qué me gusta tal canción. Yo tan visual y vos tan auditivo, le digo, como siempre . Vamos a hacer una prueba, un experimento -siempre experimentos, vos, no podés abandonarlos, me dice, me río- yo te escucho y vos me mirás. Vamos a invertirnos. Cierro los ojos. Me arrepiento, me olvidé un detalle. Poné tal canción , le pido, saliéndome del juego. No se niega porque siempre llega un momento en el que volvemos a esa banda que ambos