Al filo

Estamos fluctuando despacio entre las diferentes canciones que nos encantan a los dos. Yo hablo un poco alto. No. No es que hablo alto, es que claramente soy más acelerada que él. Vamos cayendo en la misma sincronía con el avance de la conversación; en realidad es él quien me arrastra a su ritmo inapelable. Estamos sentados, se nos dobla el cuerpo, cada vez nos vemos más de cerca. Me da a mí el control de la música y, de indecisa, termino cambiando de artista 20 veces. Me habla de detalles y yo presto atención, absorta. Que note tal instrumento. Que por qué me gusta tal canción. Yo tan visual y vos tan auditivo, le digo, como siempre. Vamos a hacer una prueba, un experimento -siempre experimentos, vos, no podés abandonarlos, me dice, me río- yo te escucho y vos me mirás. Vamos a invertirnos.
Cierro los ojos. Me arrepiento, me olvidé un detalle. 
Poné tal canción, le pido, saliéndome del juego. No se niega porque siempre llega un momento en el que volvemos a esa banda que ambos amamos. Bueno, que en realidad yo amo por su culpa. Pasan unos clicks y unos segundos.
Cierro los ojos, ahora sí.
No es mucho tiempo, no es un trance, no descubro una verdad existencial. Solamente escucho como él siempre dice que escuche, y me acuerdo de sus juegos de usar mis dedos como palillos de la batería mientras reconozco los ritmos. De las notas que me enseña y no puedo aprender. De los recitales juntos. Me acuerdo de todo en un segundo. Más que escuchar, veo.
Entonces abro los ojos. Nos encontramos enseguida. Sonreimos. No funciona, vos tan auditivo, yo tan visual, no cambiamos más. Seguimos riendo. Miramos, sonreímos. Atenuamos las fronteras de los sentidos, así. 
Nos calmamos. Seguimos cerca.
La risa se detiene. Sabemos, porque así funciona para los dos, que pensamos exactamente lo mismo. Es el obstáculo. Esa negativa que nos separa y que tan evidente se hizo en los últimos días. Negativa que a mí me duele imponer y a él le duele aceptar. Que todavía no se difumina del todo.
Rompe el silencio. Por qué estabas de mal humor el otro día? No entiendo para qué pregunta si las respuestas son ingredientes que conoce y que conforman a la (ya convertida en sustantivo propio) Negativa. Se tensa el aire con la previa a una conversación a la que hay que hacer frente en algún momento. 
Respondo aumentando la densidad entre nosotros. Y vos, por qué estabas tan depresivo ayer? No indago más porque intuyo por qué. O más bien conozco por qué.
Nadie responde. Estamos en el punto de quiebre. Nos quedan unos minutos solos en los que no vamos a poder resolver nada, previos a una noche entera de vernos las caras. 
Entonces en un instante soy consciente: se me parte el corazón al medio de verlo así, sabiendo que la responsable soy yo. Estamos cerca, pero al mismo tiempo lejanos, con las mismas ganas indecisas de avanzar y las mismas elucubraciones que nos aprisionan. Ahora padezco horrores nuestra complicidad, su transparencia, mi miedo. Mis opulentas construcciones hechas de miedo. No debería doler tanto este abismo entre nosotros -si después de todo es de mi artificio- y sin embargo sí, me estoy resquebrajando y no lo puedo evitar.
Nos esquivamos la mirada. Estamos en silencio. Con una mirada y dos preguntas, conseguimos, en dos minutos, convertir a nuestro dichoso entendimiento en una barrera que no podemos atravesar.
El timbre corta la tensión y nos obliga a levantarnos a atender la puerta.

Hago fuerza para contener esas ineludibles ganas de llorar.

Comentarios

  1. Ay por que no estamos torturando? me dan ganas de llorar cuando leo lo que escribís porque todo somatizo. Nos tenemos que juntar a tomar algo y largar todo porque por lo visto no podemos decir las cosas que nos pasan y nos hacen mal.
    Besoootes. Sabes que cualquier cosa estoy a unos cuantos clics de distancia.

    ResponderEliminar
  2. Hiciste de una situación que de afuera podría verse totalmente corta, banal e insignificante algo largo, complejo y profundo. Eso se llama escribir bien, o me pregunto si cuando escribimos sobre vivencias las volvemos mucho más trascendentes de lo que realmente son al traslucirlas sobre el teclado. No sé.
    Con respecto a la circunstancia, complicado pero no irreversible, ya he dado mis consejos

    ResponderEliminar

Publicar un comentario

Entradas populares de este blog

Veintiuno

Por unos centímetros de piel

Necesito escribir