Bendita asociación

Lo que distingue al ser humano como tal, es, entre muchas otras cualidades, su capacidad de asociación. Cómo olvidarla, si no hay día que no la usemos. Recuerdos, aprendizajes, melodías, esos olores que aparecen para transportarnos, y toneladas de clichés similares. La cara bonita de la asociación. Pero (todos sabían que venía un pero, vamos, es mi blog) también le salen unos cuantos tiros por la culata a los seres humanos con el temita de la asociación. Y como bien saben, yo soy un ser humano perseguido por la desgracia cotidiana, y hay veces que no puedo más que asociar para el culo. Lisa y llanamente para el culo. ¿Vieron que el conocimiento es para siempre? Bueno, la asociación también.
¿Para qué tanta introducción? Hace un par de semanas empecé a cursar en la UBA para bioquímica, y cómo no, tengo millones de caras que registrar. No soy mala en la tarea, de hecho hay gente que observo porque sé que cursan varias materias conmigo, y más de una vez me he presentado del modo más creepy posible "ey! vos y yo cursamos todas las materias juntos!", haciendo que el resto me vea como una potencial stalker. Pero pasados los saludos de rigor, mi cínica interior hace presencia y empieza, sin incluso que yo lo busque, el laboratorio social.  ¿Qué quieren que haga? Soy una cínica! Perdón!
En esa meticulosa tarea de observación, no puedo evitar relacionar a la gente que conocí con gente que ya conozco. Sus caras, sus gestos, sus modos de hablar, es un festín para mi capacidad de asociación. Ya encontré a ex compañeros del colegio, a la versión joven de adultos que conozco, a la versión farmacéutica del novio de Anna White, incluso hay ciertas personas que serían el hijo perfecto entre dos conocidos míos. Sí, en todo eso pienso cuando me aburro.
Cuestión que ese chico, el que sería el novio de Anna, me cae muy bien, excepto que dejó de darme bola cuando cayó cierta piba. Rulos rubios, ojos verdes, ok, entiendo por qué no me das bola. Ahí dejé el tema hasta que la flaca en cuestión, F,  se mudó a mi mesa de laboratorio y empezó a hablarme. Entonces hizo presencia mi cínica: ella es Princesa Consigo farmacéutica. Y yo, a Princesa Consigo real, no la banco.
Era mi compañera del colegio. La persona más tóxica que conocí. Y, para colmo, era mi némesis. Nos gustaban cosas muy parecidas, teníamos el mismo grupo de amigos, se nos ocurrían cosas similares al mismo momento...  Lo único que nos diferenciaba era que yo era un desastre en todos los sentidos, y ella, en cambio, una princesa ególatra con un talento inhumano para mimetizarse con la situación y caer bien a toda costa. Lo que contrastaba enormemente con mi talento para no saber disimular y exagerar todo (y mis buenas intenciones, claro). Es decir, casi iguales, pero dramáticamente opuestas. Me ponía de la nuca que ella, la reina de la falsedad, cayera bien a cuanta persona se le cruzara, y nadie, nadie se diera cuenta de su esencia. Así fue como, relegada, me tomé la libertad de cuasi estudiar su comportamiento. Y lo vi, lo intuí, cuando esta chica se me puso adelante en química el otro día. La falsa buena onda, esa necesidad disimulada por demostrar que sabe más que vos, acompañada por ese sutil uso de "me acerco a vos porque me servís", La pose de soy una diosa 24/7, los rulos milimétricamente acomodados, el guardapolvo perfecto que le marca el cuerpo en las zonas estratégicas... no puedo soportar al estereotipo de princesa consigo.  Obviamente que, ahora, gracias a mi bella asociación, no puedo soportar a F.
Bravo para mí, que me invento enemigos imaginarios desde el día uno.

Comentarios

  1. En definitiva, que siempre miramos mucho al fisico no?

    saludos

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  2. Qué manía humana e inevitable, esta de asociar. Hay veces en que preferiría que mis neuronas no sinapsaran... Lo juro...

    Besos

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