Verano (o el post más cursi de toda la historia)

El verano arrancó allá en agosto.
Todos los años empieza con esa sensación, que no es un aroma ni una brisa; es un cambio sutil de temperatura que te acaricia la piel, una leve saturación de los colores del mundo. Que da ganas de desabrigarse y de acostarse en el pasto y de besar labios y de sonreír un poco más. Ese año no fue excepción.
Al tiempo que empezaba a ser realmente consciente de esa sensación liberadora que siempre me trae un poquito de felicidad, los eventos cósmicos (o azarosos, ya a este punto da igual) se desencadenaron. Allá casi por septiembre fue cuando el pibe decidió que nos encontremos nuevamente. Y pasó lo que tenía que pasar con nuestra historia, que, por suerte, aún no conoce de puntos finales.
A medida despuntó la primavera los días se fueron embelleciendo en todo sentido. La segunda mitad del año pasado fue la mejor época facultativa para mí, podría decir. Cursaba poco. Cada día me despertaba con el sol y el viaje hasta Ciudad era (bondis llenos y codazos pertinentes) hasta placentero. Cursé Biología que es mi materia favorita en todo el mundo, con un profesor que, tengo que confesar, así feo y ceñudo como era se convirtió en una especie de amor platónico para mí, por lo comprometido que se lo notaba con nosotros y con la disciplina. El mundo debería estar lleno de tipos como él, que te contagian el interés y la curiosidad.
En Noviembre fue cuando (por finnnnnnn) terminé el Ciclo Básico de la UBA y rendí mis exámenes de idiomas. El verano propiamente dicho empezó por esas fechas, y desde entonces se mantuvo chispeante. Me fui a la costa y no me crucé a nadie conocido (lo que fue un regalo del cielo), pasé una semana con el pibe de puros ojos chocolate y sonrisas y demás cursilerías que me hicieron bien al alma (ay, miren, tengo sentimientos!!), pasé otra semana absolutamente sola en mi casa, la cual narré en un post que nunca llegó a buen puerto y quizás algún día vea la luz, y después empezó febrero, el domingo del verano. 
En febrero bailé, comí, salté, caminé, grité, comí, nadé, leí, salí, dí vueltas por el mundo y me sacié de momentos lindos. Pero por sobre todo, lo hice para estar lista, para calmar mis ansias, para disfrutar mi último tiempo antes de empezar, ahora, por fin, la carrera. Bioquímica.
TENGO MIEDO, no les voy a mentir, de que todo salga mal, de que los obstáculos me venzan, de que la UBA me pase por encima, de cansarme, aburrirme, ceder a la presión, ya saben, lo lógico... aunque también estoy terriblemente emocionada por este camino que empieza este lunes (ESTE LUNES!) y que se acabará no sabemos cuándo. 
Y entre todo este cóctel de emociones, fui a mi dentista.
Sé que suena raro... pero mi dentista cumple más la función de psicóloga que de su propia profesión, a veces. Qué digo a veces, siempre. La veo sólo cuando mi boca lo requiere, pero el universo hace que cada visita ocurra en un punto cósmico de mi vida (bueno tal vez exagere pero... la realidad es tan aburrida sino), y ella siempre tenga las palabras correctas. Tal vez ahora se pregunten cómo todo el mundo sufre en ese maldito consultorio y yo hasta la abrazo con fuerza cuando me voy, pero Graciela es tan, tan, tan genial, que entre toda una vida de ortodoncia y fundas de acrílico y caries rebeldes -y las nuevas en el barrio, las muelas de juicio-, se filtró un cariño especial. Sobre todo porque es una mujer increíble. Sus ojos grandes y su sonrisa ancha (a pesar de que miran desde arriba y supervisan a esas manos manejar los espejitos y los tornos dentro de mi boca) derraman juventud, pero también experiencia, y una alegría que me reconforta. Me da esperanzas, por así decirlo. Me hace dar cuenta de que el mundo adulto no es tan terrible como lo imagino. Bueno, sí, es terrible, pero como dice ella, "la vida es increíble, espectacular, y nosotros nos complicamos porque queremos ,pero hay que saber pasarla bien". Eso es lo que me gusta de ella: que no perdió esa chispita infantil que no encuentro en los adultos a mi alrededor.
Graciela me calmó y me pidió que disfrute este camino. Que la vida no se acaba y que no tengo por qué creerlo porque a mucha gente le pase, sino que tengo que seguir fabricando la vida que yo quiero. Que se puede combinar la faceta risueña y despreocupada con el ajetreo de la adultez. Yo le creo. Pero más que eso, creo que puedo hacerlo posible.



(yyyy explotamos lo cursi con la última frase. Como les dije antes, es marzo y significa que Tender al infinito cumplió un año! aún no sé cómo festejarlo -tengo ideas-, pero supongo que un buen primer paso es ESCRIBIR UN BLOG DECENTE así que ya saben, acabada esta etapa de cierres y aperturas bastante emocional, voy a volver a las historias, las intolerancias, y esa masa de refunfuñadas que me caracteriza. Hecha la aclaración, les agradezco por haberme leído durante todo este año♥)

Comentarios

  1. Muy lindo todo, que bueno que haya gente que realmente disfrute su verano ♥ jaja
    Estas muy agradecida y equilibrada, o sea que ya tenes mucho para prosperar eh (?)
    Genial el detalle de que tu dentista sea alguien que te genere optimismo.

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    1. jajajaja "agradecida y equilibrada". Es un paneo general, tuvo sus momentos del orto el verano, como todo :3
      Y si, mi dentista la rompe. Es lo más.

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  2. ¡Me encantó este post, che! ¡Viva esa mezcla de sentimientos, me gusta esta cara tuya!

    Vamos, todos esos miedos son claros síntomas de la cercanía respecto a las cosas por las que peleaste, durante todo ese período que caracteriza al CBC. Ahora, que Bioquímica se abra cual abanico de buenas oportunidades.... :)

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    1. qué bueno que te guste :) me cuesta bastante sacar el lado tierno y optimista sin querer revolear todo.

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  3. Respuestas
    1. mi dentista es lo más. Algún día voy a escribir sobre ella.

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