Vacaciones desenterradas

Hoy me pasó algo curioso.
Volvía de comprar una cosa, y veo en la puerta de mi edificio, el de acá en la costa, a dos flacos sentados en los escalones de entrada. Uno me mira fijo. Yo venía embalada y en dos segundos crucé la puerta y cerré, y en eso lo veo, a través del vidrio, que se da vuelta a mirarme. Volvemos a hacer contacto visual, pero no fue suficiente. Me di vuelta y seguí mi camino.
Cerré la puerta del ascensor y me cayó todo en la cabeza, como si se hubiera desbloqueado un capítulo difuso de mi vida y ahora estuviera en todas partes.
Era Imanol.
Recuerdo su nombre perfectamente porque era rarísimo y me llamaba mucho la atención, a pesar de que era tan chica cuando lo conocí. Por esas épocas tendría 8 años y él unos doce, ambos veraneábamos en ese mismo edificio, y el panorama era muy diferente al de hoy, en el que no tengo conocidos en esta playa (y los que tengo, me caen muy pero muy mal). Los recuerdos de los veranos siguientes opacarían a esas vacaciones geniales de mis 8 años. Últimamente sólo relaciono la playa con separarme de mis amigos por un mes y recluírme a cielo abierto, pero en ese entonces las cosas eran diferentes. Eran las vacaciones que todo chico quiere, las divertidas, las familiares. Veníamos con mis primos que ya eran adolescentes pero siempre me enganchaban en alguna, mis tíos siempre estaban en la playa y había alguien que me hacía la pata para meterme al mar, pero sobre todo, en las noches el hall del edificio cobraba vida. Los "chicos grandes" se juntaban en los sillones a cagarse de risa (tal vez alguno de mis primos me llevaba con ellos y me sentía eufórica y privilegiada), y los más chicos terminábamos en la vereda, jugando. Así fue como conocí a Imanol, primero de vista, luego por recomendación de mi abuela, que se sentaba a charlar con la abuela de él, y a partir de ahí lo empecé a ver como el chico más lindo de la costa atlántica, y no había forma de rebatir esa afirmación. Él se había hecho amigo de otros nenes del edificio, y yo de una chica más. No había mucho "grupito" (la edad de nenas con nenas y nenes con nenes, vieron), pero sí que había miraditas de por medio, y en nada de tiempo se formó un triángulo amoroso de lo más divertido (obviamente que a mí en ese momento me daba una verguenza descomunal admitirlo): a mí me gustaba Imanol, y a otro chico le gustaba yo. Ni siquiera me acuerdo de su nombre, sólo que era muy rubio y con unos faroles enormes que me hacían imaginarlo como un bebé inconmensurablemente grande, porque obvio que Imanol era más grande y más lindo y con unos ojos chocolate para morirse. Los chicos jugaban a la pelota afuera y yo me pasaba las tardes espiándolos por la ventana. A la noche tal vez los cruzaba en la entrada; recuerdo una noche particularmente emocionante en la que quedamos él y yo juntos en las escaleras del edificio por unos cinco minutos: nunca estuve tan nerviosa, pero el momento en sí fue glorioso. 
Así pasaron las semanas, hasta que llegó la hora de que el rubio se fuera, y ellos armaron una especie de plan para que él me robara el corazón (qué lindo era tener 8 años): jugaban todas las tardes a la pelota a los gritos, esperando llamar mi atención y que yo me asomara a la ventana para recrear una especie de momento shakespeareano de la vereda al cuarto piso. Más que atraerme, en realidad incitaba la ira de mi mamá, que veía sus tardes de siesta arruinadas. Entonces, como este plan no funcionó, fue en la misma tarde de su partida que este chico (Cristian creo que se llamaba, o un nombre así común que pegaba con su poco atractivo a mis ojos) (sí ya sé, hasta de chiquita era terrible) se jugó su última carta: me llevó atrás de las cocheras del edificio y me dijo que lo que más quería era, antes de irse, un beso mío. ¿Qué? Ojalá recordara lo que le dije, porque me reiría mucho; me sentía estafada: ¿todo el verano persiguiendo en silencio a Imanol para que "ése" terminara enamorado de mí? ¿Que encima tenía el descaro de pedirme un beso? Duh, qué asco, y qué decepción. Mi negativa fue rotunda y Cristian se subió llorando al auto.
Ese fue el último año que los vi a ambos. No, en cambio, a la abuela de Imanol, por la que me enteré que los problemas familiares de su hija y su nieto eran lo que no les permitia volver todos los veranos. Solsticios pasaron y enterré estos recuerdos hasta hoy que vi al pibe éste y la historia que les acabo de contar pasó por mi cabeza en menos de un segundo. ¿Seguro que era él? No podía darme el lujo de decepcionar a mi yo de ocho años, por lo que dejé lo que había comprado y salí corriendo abajo nuevamente. 
Lo encontré ahí, me reconoció y nos quedamos charlando. Obviamente que así es como quisiera que siguiera la cosa: ya estarán acostumbrados a que los joda con mis finales alternativos. Cuando volví a bajar, quien sea que ese chico fuera ya se había ido. Nada me gustaría más que, en honor a mi yo de 8 años, continuar la historia de Imanol, pero mañana emprendo mi regreso a Buenos Aires y no tengo mucho tiempo para quedarme a investigar. Puede haber sido sólo una cara errónea, como puede haber sido mi amor de verano. Sea lo que fuere, me recordó esas vacaciones preciosas y llenas de aventuras infantiles. Teniéndolo por escrito ahora sé que no me las voy a volver a olvidar.

Comentarios

  1. que linda historia... simple como todo lo que nos pasa en la infancia y la vez gigante en ese recuerdo... el año que viene verás que pasa entonces, esto nunca termina no?...

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  2. Soriano dice que La memoria agiganta todo, como también dice que uno es del lugar donde lo quieren. Tus ocho años han quedado ahí... Seguro.

    ¡Qué linda historia, me la re imaginé! :)
    ¡Besos muchos y buen regreso!

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    1. totalmente! mejor dicho imposible. gracias miles querida♥

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  3. Me has jodido, pense que si tenia final feliz, pero bueno este no es el final.
    Muchas cosas te deperan en el futuro y quien sabe tal vez el chico si haya sido él, y algun día vuelvas a verlo.
    un abrazo enorme :3 nos leemos

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    1. jaja perdón! me encanta hacer eso del final que no se da :c prometo moderarme con eso. gracias!

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  4. Ay memuero memuero! Con lo que me gustan estas historias!
    Re de película, me encanta Jajaja. Aunque no haya tenido "final feliz" te sirvió para reencontrarte con tu niña de 8 años, que hermosos recuerdos :)
    Nunca se sabe, quizás te lo volvés a encontrar, se casan y tienen hijos. Bueno, tanto no Jajajajja (que no me lea el pibe :P)

    Un abrazo Hiperbólicaaaa

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    1. jajajaja sos divina. Lo que me sorprendió es que se me haya desenterrado semejante recuerdo, creo que nunca más pensé en ese verano hasta hace unos días. Lo mejor de todo es que el imanol que vi en la puerta estaba buenísimo. Otro año se verá, y no te va a leer no te preocupes! jaja
      otro a vos!

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  5. Hola...permiso...creo que es la primera vez que paso por acá.
    Me encantó esta historia. Leí esperando el desenlace esperado. No lo encontré, pero nunca se sabe qué nos depara el futuro. El recuerdo tan nítido de la infancia también habrá sido gratificante!

    Saludos, me quedo por acá.

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