Happiness comes from within

"Los amigos y los amores vienen y van. Al final, la felicidad viene de dentro de uno".

Me encontré con esta frase en mi inicio de Facebook, que provino de Lena Dunham, una mina que me inspiró mucho. Y estoy totalmente de acuerdo: porque me calentaba mucho que dijeran que "los pibes vienen y van", que "los amigos son para siempre", que "la felicidad depende de quien te rodees". En estos tiempos de desgracia y sacudón en mi vida, aprendí algo fundamental: se dice de todo. Pero las verdades 'absolutas' son muy pocas, quizás hasta ninguna.

Dijeron que no podía estar de novia durante el secundario, que me iba a arrepentir. Falso, totalmente falso. Con la mente en frío -porque dejé de llorar, y de lamentarme- puedo decir que fui totalmente feliz, y que transitar ese período de la vida con alguien incondicional es una experiencia maravillosa. A mí la lo incondicional se me presentó en forma de el pibe, eso no quiere decir que no pueda pasar con un amigo o un hermano. Dijeron que los amigos valían más la pena, y no estoy de acuerdo: tuve amigos de mierda y amores diez puntos, y también al revés, y todos terminaron marcando su ciclo. Al final la única que sigue conmigo soy yo, nutrida de mis experiencias, las buenas y las malas. Las relaciones funcionan así. 

Dijeron que él iba a arrepentirse, que él iba a volver. Pasa el tiempo y cada vez lo dudo más, porque ni él quiere volver ni yo quiero hacerlo. Después de aclararme la cabeza y nublarme de la bronca me di cuenta de que vivía muy encerrada en la idea de él y yo contra el mundo, y así me desentendí del mundo por completo, y me desconecté de lo que yo misma sentía. Ahora que recuperé esa parte de mí, no la cambio por nada. Ahora que transité el dolor (cosa que no quiere decir que no lo siga transitando), no vuelvo atrás en ese camino ni por toda la felicidad que él pudiera ofrecerme. Porque me dí cuenta que mi bienestar no depende ni de él ni de mis amigos ni de nadie, mi felicidad depende de las decisiones que tome, y de qué tan para adelante esté mirando. Y el día en que me robaron, el día en que él decidió que esto no daba para más, el día en el que el fondo era tangible, me dije que había que rebotar, porque todo vale la pena, y porque qué mejor que empezar de nuevo libre de cualquier atadura y enfocada en el mejor futuro que me pueda imaginar? No podía darme el lujo de estar en el pozo un día más, de llorar por cada pensamiento, de exagerar mis debilidades.

En todo este tiempo la posta vino de mi viejo: un tipo en el que me reflejo, no sólo porque compartimos material genético, sino porque las personas que amábamos no pudieron correspondernos. Él me hizo ver lo bueno en lo malo: que es mejor que me pase todo esto ahora, ya que -textual- estos momentos de incertidumbre y sacudidas en la vida, son fundacionales. Y que tengo que tomar control de mi vida, y disfrutar de lo que viene, que es espectacular. Una de mis determinaciones para salir de mi angustia fue esa: no voy a empezar la facultad pensando en alguien que ya pasó. Porque tengo que aceptar que pasó y enfocarme en lo nuevo.

No sé si soy fuerte, pero elijo serlo. Si uno es lo que son sus decisiones, yo decido ser mi utopía de persona. Aunque nunca lo consiga (utopía, no?), voy a llegar alto porque elijo poner toda mi energía en eso. En tender al infinito. En buscar la felicidad dentro mío, independientemente de cuánto me quieran golpear los de afuera. No necesito ni un pibe, ni mil amigos, ni nada material: necesito mi fuerza de voluntad, mi perseverancia, y mi capacidad de imaginar que puedo. No hay tanta distancia del querer al poder al hacer. Todo se trata de decidir hacerlo.