Forcejear entre el sopor, el dolor y la compostura

(Continúa el finde de ironías universales)

Toco el timbre. Es de noche y no es que me fascina estar parada en la calle cagada de frío, así que toco de nuevo el timbre. El Negro está tocando el piano, lo escucho, escucho la canción que toca siempre, sé que están en el living, pero no me abren. Así que llamo. "Estoy en la puerta, boludo". Dos segundos después mi amigo viene a abrirme la reja. Saludos respectivos y me informa que nos falta esperar a una más. "Pasá, dale". Entro al living para encontrarme al Negro ahí parado, con otro más de los chicos. La ecuación se resuelve solita en mi mente. Ahí está, sentado al piano el hijo de puta, con un pulover que no le ví nunca, mostrándome la nuca mientras se concentra en las teclas y en el sonido embriagador. Se sabe que tengo una debilidad por los pianos. Le toco el hombro y me saluda. No pasa más que eso. Me acomodo temporalmente en el sillón y el Negro se me sienta al lado. Charlamos mientras el pibe cruza dos o tres palabras con nosotros mientras intenta sacar otro tema. No le sale y cambia de táctica. Y empieza a tocar de nuevo. Esta vez, Hallelujah. No puede ser tan hijo de puta, pienso en mi fuero interno mientras lo miro fijo y sin disimulo. Los dedos bailan. Su gesto de infinita concentración. Y yo sentada en el sillón, dejándome llevar por esa magia invisible. El Negro le pregunta qué es eso, pero le respondo yo. Ya sabemos qué canción es. Ya sabemos que estoy totalmente perdida en el momento.
Por suerte, el dueño de casa me saca del sopor. "Vamos, ya son las 9". 
Gracias.
Caminamos las dos cuadras y llegamos al lugar en cuestión: es el cumpleaños -fiesta sorpresa- de uno de nuestros ex compañeros. Sí, porque ya sabemos quién y yo íbamos juntos al colegio. Así de enredadas estaban nuestras realidades.
Un garage enorme lleno de mesas y sillas y globos y cosas que pondría una madre que le prepara el cumpleaños sorpresa a su hijo varón. Es decir, todo lo que el hijo varón no pondría de organizar su propio cumpleaños. Nos sentamos. Charlamos. La situación anda bien.
Me sorprendí de mi nivel de tolerancia. El cumpleaños fue una forma de reencuentro con todos mis compañeros, esos que siempre fueron una especie de estigma para mí, con los que quise tener una relación de amistad y no pude, y demás. Estuve super tolerante, la pasé bien entre ellos y vi a gente a la que hacía muchos meses no cruzaba. Todo bien en ese sentido. Por suerte, Anna llegó y pude charlar con ella largo y tendido. Hasta tuve una girl talk con Princesa Consigo y otra compañera que nunca pensé que iba a poder llevar adelante sin pegarles una cachetada. Increíble.
No importa. Porque lo que importa es el pibe. Y cómo, estando él presente, todo es dificilísimo. Cómo lo miro y lo encuentro mirándome. Cómo por un momento nos olvidamos y tenemos una mini conversación en la que parece que nada haya pasado. Cómo, por un lado, guarda distancia, y por otro, me pasa por atrás y me toca la espalda involuntariamente o, jodiendo con él y Anna, en un arrebato me apreta la nariz con el índice y el pulgar. La distancia? Concepto complicado o tiene baches en la memoria? Y qué se supone que haga yo con eso? Porque cuando él agarra como si nada mi celular de arriba de la mesa para ver la hora, yo me pongo en alerta. Me tenso y le pido espacio con el cambio de actitud. Porque sé perfectamente que no quiero, que si fuera por mi me encantaría hablar con él toda la noche, incluso si me habla de sus amiguitas nuevas o de qué lindo que es vivir una vida en la que yo no soy parte, no importa, sería hablar con él. Pero llegaría a casa y rompería todo con una maza de hierro o una bola con pinches. Mientras lloro y me sorbo los mocos. 
Anna me dice que le "siga el juego". Yo lo haría. Es decir, me lo planteé, eso de mirarlo fijo cuando me mira, de darle conversación normalmente y de hasta tocarlo en un gesto amable (ni eso puedo hacer sin sucumbir al desastre). Pero no. Porque sería conformarme con la ilusión de que todo está bien hasta el momento en el que él me recuerde, con la liviandad que lo caracteriza, lo buenos amigos que somos. Y por otro lado, está la opción dos. La peor. La difícil. El punto final.
Después de saludarlos a todos y volverme a casa temprano (me había levantado a las 5 de la mañana ese mismo día) y de tirar al aire la frase "bueno chicos, no sé cuándo los veo..." en alusión su fatídica fiestita a la que fui invitada, llegué a casa y prendí la compu. Y escribí la carta más devastadora que alguna vez haya escrito. Le dije que necesito respetarme. Que necesita respetarme. Que, o en mis términos, o no podemos vernos más. "Porque seguir con este juego de verte/no verte me destruye". Pero que, además, lo extraño tanto que ya, de por sí, estoy destruída. Y guardé el documento. Y está esperando a que me decida a dar el paso.
Porque ya me canso hasta a mí misma. No aguanto esta porquería en la que sos el mismo pero sos otro y todo es tan extraño. Tan extraño que te me acercás y me preguntás si estoy enojada por lo de ayer y te miro con mi mejor cara de odio mientras te digo que no. Esos no somos nosotros, y eso es algo que no quiero ser. Si vos no podés conmigo, prefiero depurarme, aunque me desgarre en el intento.

Comentarios

  1. Tenés que verle el lado positivo. Si no lo hubieras conocido, no tendrías nada para sentir, ni nada para escribir :)
    Y... Un cacho de cultura... Hallelujah no es de ese Rufus Guaingright.
    Es de Leonard Cohen, nadie ¡NADIE! la canta como él.
    https://www.youtube.com/watch?v=YrLk4vdY28Q

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Uh, gracias por salvarme de mi terribe ignorancia jajaja. yo sólo había escuchado la versión de piano que puse ahí! Y en eso tenés razón.

      Eliminar
    2. Perdón, me salió el profesor que todos llevamos dentro (?) Jajaja!
      Amo a ese viejo, lo amo...

      Eliminar
  2. Mandasela, vos no podes sufrir más.
    Es la única manera. Es eso o desaparecer, pero desaparecer sería inseguro e irresponsable. Mientras no hagas nada esto va a seguir igual, vos decidís hasta donde queres que llegue.

    ResponderEliminar
  3. A la pipeta... No sé por dónde empezar.
    1) Hiciste bien en ir, dentro de todo, porque no te quedaste con la duda y seguiste alimentando ese fantasma. Otra persona menos tenaz, se hubiese borrado y resignado a perder todo.
    2) Todo esto que estás planténdote me parece bien... Quiero decir... Lúcido y la lucidez en el dolor, es una virtud irreemplazable. Consonante a lo que querés para vos. Sé, y bien sabés que lo sé, lo complejo que es pretender alejarte de una persona y ver que, en esos términos se acerca. Así, en este extremo en el que estás y en el que están tus sentimientos, sopesás ciertas cosas que, en lo diario, quizá, no reparás en pensar. El objetivo es retormar algo más o menos estático para que no te destruyas, mi querida y creo que eso es lo que querés hacer con tu carta... No es que quieras seguir o desaparecer... Porque ambos son extremos muy drásticos, pero sí ir armando cosa por cosa. Limando aspereza por aspereza.

    ¡No merecés ni por asomo sentirte destrozada, ni tampoco, alejarte de toda la gente que querés! Nunca pienses que esto tiene que ser así y te quedes en una situación sumisa. ¡No!

    Cuando vos lo sientas, cuando lo hayas considerado, cuando estés plantada a pesar del dolor, volvé a leer la carta, corregí lo que consideres necesario, o no, y mandala...

    No te quedes con nada por decir. Con nada. Con el tiempo, eso es lo único que te ayuda a percibir la luz y es una luz bien bien pura.

    ¡Te abrazo muuuuuuucho! ¡Después hablaremos bien! :)




    ResponderEliminar
  4. Hola
    Tu abrazo me llego, asi largo y todo. Gracias.
    No venia escribiendo porque no queria llegar a ESA entrada pero fue un descargo terrible de algo que obviamente no puedo hablar en mi casa.
    Me parece bien la decision que tomaste, ya va a llegar el momento en que te decidas a dar el paso, no podes vivir torturandote vos sola, porque al parecer el pibe mucho interes en consecuencias no tiene.
    Besooootes.
    Te leo.

    ResponderEliminar

Publicar un comentario

Entradas populares de este blog

Veintiuno

Por unos centímetros de piel

Necesito escribir