Intantánea #10: Una cagada,

un error, un desliz, un imprevisto, es encontrarte con lo que parecía ser alcohol etílico en cantidades industriales adentro del cuerpo y tener que tomar decisiones coherentes en ese estado. Cagada, digo, porque no hay chance de que no metas la pata bajo semejante presión; la encrucijada que se te presenta siempre será igual en complejidad, pero tus facultades están reducidas al mínimo, y en ese mínimo salen tus más estúpidos instintos porque cuando nos despojamos de la humanidad, nos queda eso. Las ganas desnudas. No, no las ganas de desnudarse. Las ganas como Dios las trajo al mundo. No, no las ganas sin ropa. Bueno, ya me enredé suficiente, se entiende lo que te quise decir.

Te explico un poco más el cuadro: la luz tenue que llega de la cocina (donde estamos, está apagada), el frío que entra por abajo de la puerta, el silencio del resto del mundo dormido y la sensación de que "esto se nos está yendo de las manos", previéndote, unos minutos antes de mandarte(mandarnos) la cagada. Tal vez la ebriedad se te va de las manos porque tenés de repente un sueño tremendo o unas ganas de decir idioteces tales como que "si tuviera un elefante, se llamaría Falopio" (y así es como Anatomía me quemó la cabeza), y el homúnculo sobrio que vive dentro de tu cabeza te hace señales de humo para que te des cuenta que estás en la situación menos apta para salir con semejantes verborragias.

Y te falta un componente, nos falta un componente que es el que completa la cagada, el que desde hace media hora (horas? días? semanas?) te está hablando bien fuerte con los ojos, incitando; vos lo sabés, el homúnculo lo sabe y te lo está diciendo: "mañana te vas a arrepentir de esto, loca, cuidate, porque vas a llegar al punto de no retorno y después la vas a tener que remar en dulce de leche con remos de tostada". Y en eso vos, yo, el homúnculo, en esta comunión de seres (y personas del singular) que somos, nos encontramos en ese punto, el pan y queso de las buenas decisiones, la cuerda floja, el borde del escalón que tocan tus pies, mis pies (era yo, se dieron cuenta ya?), se siente el ángulo de la escalera justo debajo de las plantas y sólo queda un segundo para decidir si hacer lo correcto o lanzarse a ese vacío, un vacío oscuro y desconocido porque precisamente no tiene retorno y la gravedad me va a tener a su merced un rato largo, ah, y encima de todo estoy en pedo y no tengo idea de si el vértigo me va a marear -pero hay muchas chances-.

En ese instante impredecible, en el punto álgido, siento los pies impulsarse como si fuesen de otra persona y cuando me despierto del blackout de la inercia me encuentro, nos encuentro, a nosotros, ahora, bien hundidos en la mierda, del otro lado de la línea, vos y yo en otro panorama, y de repente me sale la coherente de adentro y te planteo, nos planteo en realidad, estamos flasheando, en serio, la estamos cagando..., aunque no me corro ni un centímetro y vos me ofrecés el genial remedio, las dos palabras mágicas que alcanzan para apagar al lado consciente y rígido y correcto, la frase justa.

"No pienses", me decís.

Ya está bien adentrada la cagada. Está el marco, estás vos, estoy yo, está el pretexto. Estamos hundidos.

Y para aburrirme voy a tener tiempo en otro momento.