Alguien más (decadencia)

La primera parte de esta historia la leés acá, y la segunda, acá.

Fuimos al Abasto, ese shopping precioso de capital que siempre me gustó. El proceso de salir de mi casa a encontrármelo fue tortuoso. La expectativa por finalmente salir con él y que "se dé lo que quedó pendiente", en el camino, se fue convirtiendo en nervios y preguntas y ganitas de darme vuelta y volver a casa corriendo.

Tenés que ver. Tenés que sacarte la duda, tenés que probar. Si siempre estuvo todo más que bien con él, por qué no hoy? Bueno pero si funciona, qué hago? Y el verano? Lo sigo viendo? Y con Improbable qué hago? No lo veo más? Me quedo con alguien que ni conozco?

Por fin llego. Lo encuentro. Compramos entradas para una función dentro de una hora. Nos sentamos a charlar para matar el tiempo: cosas de la facultad, de nuestros amigos, de la vida en general. Hasta que me atacó el primer pensamiento honestidad brutal de la tarde, ese que no pude ignorar a pesar de que quería, realmente, pasar un buen rato con él:  

De qué estamos hablando? De nada. Ni siquiera podemos seguirnos los chistes. Por qué no estamos hablando de nada? No sé. No es que me moleste la conversación trivial pero... dale. Bueno, veamos la película, tal vez es la incomodidad del principio.

Nos sentamos en nuestras butacas cinco minutos antes del comienzo de la función para descubrir que adelante nuestro están las típicas señoras: una cantidad extrema de comida en los brazos, el tono de voz demasiado alto para el cine y una contándole la trama a la otra. Nos miramos y empezamos a reírnos. Nos cagaron. Nos enganchamos escuchando la conversación de las señoras y cada vez estamos más tentados. Van y vienen carcajadas, baja la luz de la sala, nos quedamos mirándonos de costado, con los restos de la risa en los labios.

Ahora me tenés que besar. O te beso yo. 

Esa fue la segunda vez que AM no me besó. Y la segunda vez que yo tampoco me animé a romper el hielo por él. ¿Qué quieren que les diga? Sabrán tan bien como yo que no es tan simple planear algo en tu cabeza para después pasarlo a la práctica. Tal vez si me hubiera animado en ese momento, todo lo que se dio al final no hubiese ocurrido pero... estaba por empezar la película, ojos a la pantalla. Igual, estamos en el cine, pienso, sinónimo universal de cita romántica y -permítanme la jerga- chape furioso. Títulos, primera escena, segunda y así... les puedo asegurar que pasamos toda la película totalmente separados. Nadie buscó, nadie molestó, no más que unos comentarios aislados. Ahí fue cuando me asaltó la segunda verdad brutal de la tarde, y ésta mucho más desgarradora que la primera:

Con Improbable la estaría pasando mejor. Mucho mejor. 

Me forcé a reprimir ese pensamiento al menos por un rato. No tenía que pensar en él. No tenía que recordar nuestras conversaciones eternas ni imaginar los círculos suaves que él estaría dibujando con las yemas de los dedos en mi antebrazo si estuviera ahí, tan cerca al lado mío. No. Yo vine a aclararme esta confusión. Si este chico no piensa avanzar... él se pierde la oportunidad. La película terminó y nos levantamos junto con el resto de la gente. Al cruzar la puerta de la sala me asaltó la voz de Anna en mi cabeza: "pero no chapaaaaaaron??" La continuación lógica era tomar un café e irnos, y hasta acá había venido para encontrarme con AM, no con un potus. Me exasperaba saber que ambos entendíamos perfectamente por qué estábamos juntos esa tarde y sin embargo ni él mostraba señales de querer acercarse, ni yo me acercaba voluntariamente. Y lo peor de todo era que esa distancia que imponíamos... no me molestaba. De hecho, me alegraba un poquito.

Nos sentamos a tomar un helado. Uno enfrente del otro, fuera del ambiente oscuro del cine, la charla fue mejor, mejor pero no del todo: algo no me estaba cerrando. Mientras le seguía la conversación lo miraba atentamente y me tanteaba a mí misma. Yo soy bastante jodona en ciertos aspectos, y no me molesta para nada cuando la conversación se convierte en bromas que no se acaban más, siempre que todos la estemos pasando bien. Varias veces se habían dado esas charlas con AM en el ámbito de la facultad, pero ahora simplemente no me gustaba lo que pasaba. Cada vez que él me seguía un chiste, o me molestaba, se frenaba: "igual no te enojes", "no lo digo en serio". Yo le contestaba que no, que estaba todo bien, y me reía forzadamente. Mi cucurucho se consumía -yo lo consumía-, la hora pasaba, el encuentro no mejoraba y mi sensación de alivio acrecentaba.

Pero y entonces????? 

Entonces nos paramos y emprendimos el lento regreso hacia la salida. Yo tenía que tomar el tren, que está a pocas cuadras, y prefería caminar que tomar un subte.
-Te acompaño.
-Qué? Cómo me vas a acompañar si estás re trasmano? Dejá, no me molesta ir sola.
-En serio, cómo no te voy a acompañar, dale. - me insistió. Yo definitivamente no quería que me acompañe, en parte por el fracaso de la salida, que no quería que dure más de lo necesario, en parte por el embrollo mental que sabía que iba a tener que enfrentar después de esto. Pero él seguía insistiendo.
-Hagamos así: yo voy con vos en subte. Hacemos juntos la primera estación y después me bajo.

Acordamos. Caminamos un poco más hasta las escaleras de la estación, y cada paso que daba, sabía, me acercaba a la tranquilidad de calzarme los auriculares y olvidarme. La salida había sido un fracaso, y me planteaba la incógnita de quedarme sin saber qué es lo que él realmente quería: si hicimos todo este quilombo, por qué no pasa nada? O será que yo me cerré demasiado y no se lo permití? Tendría que haber hecho alg...

-Hiperbólica.
Me llama por mi nombre. Estamos caminando por un pasillo de subte, un par de personas a nuestro alrededor, las paredes peladas. Giro la cabeza para mirarlo. Él mira al piso.
-Tengo que decirte algo.

AHORA???

-Yo soy medio boludo para estas cosas... y te tendría que haber dicho esto antes...
Está consumido por los nervios. No me mira. A todo esto, seguimos caminando hacia los molinetes. Trato de hacerlo sentir cómodo porque sólo verlo me está impacientando.
-Decime, AM, tranquilo, está todo bien.
-Es que... -mira al piso- me gustás.

Bueno. Volvimos al jardín de infantes? Mirame a los ojos, carajo, al menos.

-Bueno... pensá que... si estoy acá, si ya salimos dos veces, es por algo... -le contesto mientras estamos CRUZANDO LOS MOLINETES, porque nunca nos quedamos quietos para tener la conversación que TENDRÍAMOS QUE HABER TENIDO HACE RATO. No pienso mucho yo tampoco, no atino a detenerlo ni se me ocurre qué hacer porque, por un lado, se me está declarando, por otro, lo está haciendo como si tuviéramos 8 años, y después de toda la tarde juntos, lo está haciendo EN EL SUBTE. Soy una bomba de emociones que puede explotar a la menor palabra de su parte.

-Es que yo no decía nada porque vos tenés tu historia, y la verdad no quería invadir tu espacio personal -sí, me dijo eso, ténganlo en cuenta-, y tampoco sabía si...- a cada segundo, más lástima me da la cara de "trágame tierra" de AM.

Frenamos en el andén. En parte me gana la ternura, y en parte recuerdo todo lo que me dije a mí misma, todo lo que me prometí: si no pruebo, no sé qué va a pasar. 

Esto sólo se puede salvar con un beso, y lo sabés.

No, no me convertí en una princesa de Disney, a dios gracias. Pero era mi manotazo de ahogado para salvar la situación. Tenía al flaco adelante, mirando el piso con una mueca que daba lástima de verdad, un cóctel de arrepentimiento, odio propio, vergüenza, humillación... dudo haber visto a otra persona así en la vida. Ya sabés que lo único que la puede remontar es un buen beso. Lo único. El que todavía no se animaron a dar.

Y como siempre me engancho con idiotas, lo besé.

This is it.

Cuando por fin se animó a mirarme de frente, me lancé directamente a sus labios, sin anestesia. Esperaba, al menos, sentir su boca, esperaba caer en la cuenta de que ey, lo estoy besando por fin, pero lo primero -y lo único- que recuerdo del beso es sus brazos cual garras aprisionándome el cuerpo, abrazándome con una fuerza desmedida que inmediatamente activaron una señal de PELIGRO MORTAL en mi cabeza. Yo detesto que me inmovilicen. No llegué siquiera a darme cuenta de que lo estaba besando porque me alejé al instante, y entonces fue cuando la separación de nuestros labios, hizo, de su parte, un sonido similar a una sopapa que me dejó atónita. Esta situación se dio en un máximo de 5 segundos que lamentablemente recuerdo mucho mejor de lo que quisiera. Todo mi cuerpo respiró cuando por fin me alejé de esas garras apuradas que me querían retener para siempre -sí, bueno, en el momento lo exageré un poco- y pude mirarlo poner esa sonrisa de bobo que fue la frutilla del postre. Un postre desagradable. 

NO ERA QUE IBAS A RESPETAR MI ESPACIO PERSONAL??

Perfectamente orquestado, llega el subte para salvar el momento. Subimos. Sólo una parada, sólo una. 

-Mirá, AM... La verdad es que, sí, tenemos onda, si no no estaría acá. Pero no sé... cursamos juntos, eso sería incómodo... tenemos nuestros amigos en común y además pensá que yo salgo de una relación larga... 
-Sí, tenés razón, yo quiero que fluya, en serio, no estás atada a nada... 

Obviando el hecho de que hace un minuto estaba atada a vos que me agarraste como si me fuera a desvanecer. 

Lo veo un poco más calmado, pero nervioso. Su expresión me parte el alma, y mi estación se acerca. Lo peor es que en el fondo le tengo cariño, y me da un poquitito de pena dejarlo así, aunque tenga ganas de irme a la mierda.

-Bueno, AM, me tengo que bajar... -le digo, con un poco de lástima. Tal vez fue sólo esa vez, pienso, tal vez pueda redimirse, todos podemos paralizarnos de los nervios... Entonces, espontáneamente, lo saludo con otro beso, cargado de mis últimas esperanzas...

...y de nuevo el abrazo desmedido. De nuevo la sopapa.

Me acuerdo del andén de la estación del subte H a la que bajé con una sensación de alivio preciosa. Me calcé los auriculares, me senté a esperar el próximo tren. Le mandé un par de audios a una amiga contándole del fracaso de la situación, riéndome. ¿Por qué no estaba tan decepcionada con la situación como debería? Viajé un poco más para encontrarme sentada en el tren que me llevaría a casa, donde me permití pensar al respecto. La contrastación fue útil, a pesar de todo lo que se vendría con AM, a quien por el momento no tenía ganas de ver en mucho tiempo. Mirando por la ventana, abordé el pensamiento que había estado latiendo en mi inconsciente toda la tarde. Porque no estaba frustrada por el fracaso. Pensaba que me iba a sentir abatida, sin saber hacia dónde ir, pero más bien me sentía esperanzada. Aliviada de haber tachado todas las posibilidades, tranquila por haber intentado al menos, y concentrada en lo único que había conseguido pasar en limpio de esa tarde: había extrañado a Improbable. Mucho. 

La última traza de honestidad brutal que tengo conmigo me permite caer en la cuenta. La historia de AM y todo lo que fue de nosotros esas últimas semanas de diciembre se desvanece en el momento en el que llego a esa conclusión. Otra historia, que hace mucho que empezó ya, es la que tengo que retomar. Y tengo que hacerlo ya. 

Comentarios

  1. Esto merece audios... (de a tres)
    ¡Me encantó el relato, me reí un montón! jajaja

    ¡Besos enormes!

    ResponderEliminar
  2. Lo repito: sos una genia relatando! Como me hacés reir, por dios!
    Ah, veo que Veinteava ya leyó! Ahora sí, que vengan los audios, por favor.

    Me alegro mucho de que ya tengas una conclusión de esa encrucijada. Y que bueno que la decisión haya sido después de conocer bien las dos opciones.

    Ya hablaremos! Abrazo grandeeee :)

    PD: Pará... y ahora? Le vas a decir a AM que ya no tiene chance?
    PD2: Subte H....

    ResponderEliminar

Publicar un comentario

Entradas populares de este blog

Veintiuno

Alguien más (apogeo)

Necesito escribir